martes, 12 de mayo de 2020

Literatura - Cuarto 2da

El génesis y el Popol Vuh: dos miradas distintas sobre la creación del universo… ¿O no tan distintas?

            Las culturas a lo largo de la historia de la humanidad fueron elaborando diferentes relatos que de alguna manera pretendían responder la siguiente pregunta: ¿Cuál y cómo fue el origen del universo y de todo lo conocido? Y además: ¿Quién o quiénes lo crearon? ¿Y por qué? Sin duda estás son preguntas muy difíciles y que posiblemente no tengan una respuesta única que pueda ser la verdadera. Incluso hoy con los progresos de la ciencia no hay una explicación teórica capaz de responder a todas ellas sin que quede algún punto oscuro.
            Las culturas más primitivas buscaban dar respuesta a estos interrogantes mediante unos relatos. Los relatos que intentan explicar el origen del universo se denominan relatos cosmogónicos. Estos son una parte de los relatos míticos. Hoy vamos a leer y analizar dos versiones diferentes de un relato cosmogónico: el génesis de la biblia que relata la cosmogonía cristiana, es decir, la visión del cristianismo de cómo se creó el universo; y el Popol Vuh que relata la cosmogonía de la tribu de los Quiché, es decir, la visión de ésta tribu de Centroamérica de cómo se creó el universo. Hay que tener en cuenta que ninguna visión del mundo es más válida que la otra. Tanto la manera de ver el mundo de los cristianos, de los mayas, los musulmanes o de la ciencia moderna son distintas alternativas igual de válidas. En esta actividad solamente nos interesa comparar dos relatos diferentes para ver que podemos aprender sobre ellos independientemente de las creencias personales que podamos tener.
1-Ántes de empezar a leer ambos relatos, respondan, basándose en el texto anterior, la siguiente pregunta: ¿Qué es una cosmogonía?



Génesis- La creación – 

1:1 En el principio creó Dios los cielos y la tierra. 
1:2 Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas. 
1:3 Y dijo Dios: Sea la luz;  y fue la luz. 
1:4 Y vio Dios que la luz era buena; y separó Dios la luz de las tinieblas. 
1:5 Y llamó Dios a la luz Día, y a las tinieblas llamó Noche. Y fue la tarde y la mañana un día. 
1:6 Luego dijo Dios: Haya expansión en medio de las aguas, y separe las aguas de las aguas. 
1:7 E hizo Dios la expansión, y separó las aguas que estaban debajo de la expansión, de las aguas que estaban sobre la expansión. Y fue así.
1:8 Y llamó Dios a la expansión Cielos. Y fue la tarde y la mañana el día segundo. 
1:9 Dijo también Dios: Júntense las aguas que están debajo de los cielos en un lugar, y descúbrase lo seco. Y fue así.
1:10 Y llamó Dios a lo seco Tierra, y a la reunión de las aguas llamó Mares. Y vio Dios que era bueno. 
1:11 Después dijo Dios: Produzca la tierra hierba verde, hierba que dé semilla; árbol de fruto que dé fruto según su género, que su semilla esté en él, sobre la tierra. Y fue así. 
1:12 Produjo, pues, la tierra hierba verde, hierba que da semilla según su naturaleza, y árbol que da fruto, cuya semilla está en él, según su género. Y vio Dios que era bueno. 
1:13 Y fue la tarde y la mañana el día tercero. 
1:14 Dijo luego Dios: Haya lumbreras en la expansión de los cielos para separar el día de la noche; y sirvan de señales para las estaciones, para días y años, 
1:15 y sean por lumbreras en la expansión de los cielos para alumbrar sobre la tierra. Y fue así. 
1:16 E hizo Dios las dos grandes lumbreras; la lumbrera mayor para que señorease en el día, y la lumbrera menor para que señorease en la noche; hizo también las estrellas. 
1:17 Y las puso Dios en la expansión de los cielos para alumbrar sobre la tierra, 
1:18 y para señorear en el día y en la noche, y para separar la luz de las tinieblas. Y vio Dios que era bueno. 
1:19 Y fue la tarde y la mañana el día cuarto. 
1:20 Dijo Dios: Produzcan las aguas seres vivientes, y aves que vuelen sobre la tierra, en la abierta expansión de los cielos. 
1:21 Y creó Dios los grandes monstruos marinos, y todo ser viviente que se mueve, que las aguas produjeron según su género, y toda ave alada según su especie. Y vio Dios que era bueno. 
1:22 Y Dios los bendijo, diciendo: Fructificad y multiplicaos, y llenad las aguas en los mares, y multiplíquense las aves en la tierra. 
1:23 Y fue la tarde y la mañana el día quinto. 
1:24 Luego dijo Dios: Produzca la tierra seres vivientes según su género, bestias y serpientes y animales de la tierra según su especie. Y fue así. 
1:25 E hizo Dios animales de la tierra según su género, y ganado según su género, y todo animal que se arrastra sobre la tierra según su especie. Y vio Dios que era bueno. 
1:26 Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. 
1:27 Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. 
1:28 Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra. 
1:29 Y dijo Dios: He aquí que os he dado toda planta que da semilla, que está sobre toda la tierra, y todo árbol en que hay fruto y que da semilla; os serán para comer. 
1:30 Y a toda bestia de la tierra, y a todas las aves de los cielos, y a todo lo que se arrastra sobre la tierra, en que hay vida, toda planta verde les será para comer. Y fue así. 
1:31 Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera. Y fue la tarde y la mañana el día sexto. 
Capítulo 2
2:1 Fueron, pues, acabados los cielos y la tierra, y todo el ejército de ellos. 
2:2 Y acabó Dios en el día séptimo la obra que hizo; y reposó el día séptimo de toda la obra que hizo. 
2:3 Y bendijo Dios al día séptimo, y lo santificó, porque en él reposó de toda la obra que había hecho en la creación. 
El hombre en el huerto del Edén 
2:4 Estos son los orígenes de los cielos y de la tierra cuando fueron creados, el día que Jehová Dios hizo la tierra y los cielos, 
2:5 y toda planta del campo antes que fuese en la tierra, y toda hierba del campo antes que naciese; porque Jehová Dios aún no había hecho llover sobre la tierra, ni había hombre para que labrase la tierra, 
2:6 sino que subía de la tierra un vapor, el cual regaba toda la faz de la tierra. 
2:7 Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente. 
2:8 Y Jehová Dios plantó un huerto en Edén, al oriente; y puso allí al hombre que había formado. 
2:9 Y Jehová Dios hizo nacer de la tierra todo árbol delicioso a la vista, y bueno para comer; también el árbol de vida  en medio del huerto, y el árbol de la ciencia del bien y del mal. 
2:10 Y salía de Edén un río para regar el huerto, y de allí se repartía en cuatro brazos. 
2:11 El nombre del uno era Pisón; éste es el que rodea toda la tierra de Havila, donde hay oro; 
2:12 y el oro de aquella tierra es bueno; hay allí también bedelio y ónice. 
2:13 El nombre del segundo río es Gihón; éste es el que rodea toda la tierra de Cus. 
2:14 Y el nombre del tercer río es Hidekel; éste es el que va al oriente de Asiria. Y el cuarto río es el Eufrates. 
2:15 Tomó, pues, Jehová Dios al hombre, y lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase. 
2:16 Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; 
2:17 mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás. 
2:18 Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él. 
2:19 Jehová Dios formó, pues, de la tierra toda bestia del campo, y toda ave de los cielos, y las trajo a Adán para que viese cómo las había de llamar; y todo lo que Adán llamó a los animales vivientes, ese es su nombre. 
2:20 Y puso Adán nombre a toda bestia y ave de los cielos y a todo ganado del campo; mas para Adán no se halló ayuda idónea para él. 
2:21 Entonces Jehová Dios hizo caer sueño profundo sobre Adán, y mientras éste dormía, tomó una de sus costillas, y cerró la carne en su lugar. 
2:22 Y de la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre. 
2:23 Dijo entonces Adán: Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; ésta será llamada Varona, porque del varón fue tomada. 
2:24 Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne. 
2:25 Y estaban ambos desnudos, Adán y su mujer, y no se avergonzaban. 
Capítulo 3
Desobediencia del hombre 
3:1 Pero la serpiente era astuta, más que todos los animales del campo que Jehová Dios había hecho; la cual dijo a la mujer: ¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto? 
3:2 Y la mujer respondió a la serpiente: Del fruto de los árboles del huerto podemos comer; 
3:3 pero del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni le tocaréis, para que no muráis. 
3:4 Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis; 
3:5 sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal. 
3:6 Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella. 
3:7 Entonces fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos; entonces cosieron hojas de higuera, y se hicieron delantales. 
3:8 Y oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día; y el hombre y su mujer se escondieron de la presencia de Jehová Dios entre los árboles del huerto. 
3:9 Mas Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú? 
3:10 Y él respondió: Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí. 
3:11 Y Dios le dijo: ¿Quién te enseñó que estabas desnudo? ¿Has comido del árbol de que yo te mandé no comieses? 
3:12 Y el hombre respondió: La mujer que me diste por compañera me dió del árbol, y yo comí. 
3:13 Entonces Jehová Dios dijo a la mujer: ¿Qué es lo que has hecho? Y dijo la mujer: La serpiente me engañó, y comí. 
3:14 Y Jehová Dios dijo a la serpiente: Por cuanto esto hiciste, maldita serás entre todas las bestias y entre todos los animales del campo; sobre tu pecho andarás, y polvo comerás todos los días de tu vida. 
3:15 Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar. 
3:16 A la mujer dijo: Multiplicaré en gran manera los dolores en tus preñeces; con dolor darás a luz los hijos; y tu deseo será para tu marido, y él se enseñoreará de ti. 
3:17 Y al hombre dijo: Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste del árbol de que te mandé diciendo: No comerás de él; maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida. 
3:18 Espinos y cardos te producirá, y comerás plantas del campo. 
3:19 Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás. 
3:20 Y llamó Adán el nombre de su mujer, Eva, por cuanto ella era madre de todos los vivientes. 
3:21 Y Jehová Dios hizo al hombre y a su mujer túnicas de pieles, y los vistió. 
3:22 Y dijo Jehová Dios: He aquí el hombre es como uno de nosotros, sabiendo el bien y el mal; ahora, pues, que no alargue su mano, y tome también del árbol de la vida, y coma, y viva para siempre. 
3:23 Y lo sacó Jehová del huerto del Edén, para que labrase la tierra de que fue tomado. 
3:24 Echó, pues, fuera al hombre, y puso al oriente del huerto de Edén querubines, y una espada encendida que se revolvía por todos lados, para guardar el camino del árbol de la vida. 
2-Respondan:
a-¿Quién creó el universo según éste relato? ¿Cómo era todo antes de la creación?
b-¿Qué creó Dios en el séptimo día?
c-¿Por qué Dios expulsó del paraíso a Adán y a Eva?
d-¿Por qué Adán y Eva no debían comer del “árbol de la ciencia del bien y del mal”? Según dios ¿Qué pasaba si comían de él? ¿Y según la serpiente?
e-¿Qué les ocurre a Adán y a Eva cuando comen del fruto prohibido con respecto a su desnudes?




Popol Vuh

Entonces no había ni gente, ni animales, ni árboles, ni piedras, ni nada. Todo era un erial desolado y sin límites. Encima de las llanuras, el espacio yacía inmóvil; en tanto que, sobre el caos, descansaba la inmensidad del mar. Nada estaba junto ni ocupado. Lo de abajo no tenía semejanza con lo de arriba. Ninguna cosa se veía de pie. Solo se sentía la tranquilidad sorda de las aguas, las cuales parecían que se despeñaban en el abismo. En el silencio de las tinieblas vivían los dioses Tepeu, Gucumatz y Hurakán cuyos nombres guardan los secretos de la creación, de la existencia y de la muerte, de la Tierra y de los seres que la habitan.
Cuando los dioses llegaron al lugar donde estaban depositadas las tinieblas, hablaron entre sí, manifestaron sus sentimientos y se pusieron de acuerdo sobre lo que tenían que hacer.
Pensaron cómo harían brotar la luz, la cual recibiría alimento de eternidad. La luz se hizo entonces en el seno de lo increado. […] Los dioses propicios vieron luego la existencia de los seres que iban a nacer; y ante esta certeza dijeron: -Es bueno que se vacíe la Tierra y se aparten las aguas de los lugares bajos, afín de que estos puedan ser labrados. En ellos la siembra será fecunda por el rocío del aire y por la humedad subterránea. Los árboles crecerán, se cubrirán de flores y darán fruto y esparcirán sus semillas. De los frutos cosechados comerán los pobladores que han de venir. Tendrán de este modo igual naturaleza que su comida. […]
Así quedó resuelta la existencia de los campos donde vivirían los nuevos seres. Entonces se apartaron las nubes que llenaban el espacio que había entre el cielo y la tierra. Debajo de ellas y sobre el agua de las superficies, empezaron a aparecer los montes y las montañas que hoy se ven.
Dijeron entonces los dioses: -No es bueno que los árboles crezcan solos, rodeados de sombras; es necesario que tengan guardianes y servidores.
De esta manera decidieron poner, debajo de las ramas y junto a los troncos enraizados en la tierra, a las bestias y a los animales, los cuales obedecieron al mandato de los dioses, pero vagaban sin orden ni concierto, tropezándose con las cosas que encontraban a su paso. Parecían mudos, como si en sus gargantas hubieran muerto las voces inteligentes solo supieron gritar según era propio de la clase a la que pertenecían.
Entonces, después de tomar consejo, los dioses se dirigieron de nuevo a las bestias, a los animales y a los pájaros, de esta manera: -Por no haber sabido hablar conforme a lo ordenado, tendrán distinto modo de vivir y diversa comida. Ya no vivirán en comunión plácida; cada cual huirá de su semejante, temeroso de su inquina y de su hambre, y buscará lugar que oculte su torpeza y su miedo. Así lo harán. Y aún más: por no haber hablado ni tenido conciencia de quiénes somos nosotros, ni dado muestra de entendimiento, vuestras carnes serán destazadas y comid¿as. Entre ustedes mismos se triturarán y comerán los unos a los otros, sin repugnancia. Este y no otro será vuestro destino, porque así queremos que por justicia que sea. […]
Los dioses idearon entonces nuevos seres capaces de hablar y de recoger, en hora oportuna, el alimento sembrado y crecido en la tierra.
Por esto dijeron: -Recordemos que los primeros seres que hicimos no supieron admirar nuestra hermosura y ni siquiera se dieron cuenta de nuestro resplandor. Veamos si, al fin, podemos crear seres más dóciles a nuestro intento.
Después de decir tales palabras, empezaron a formar, con barro húmedo, las carnes del nuevo ser que imaginaban. Lo modelaron con cuidado. Poco a poco lo hicieron sin descuidar detalle.
Cuando estuvo completo, entendieron que tampoco, por desgracia, servía: estos muñecos no podían permanecer de pie, porque se desmoronaban, deshaciéndose en el agua. Sin embargo, el nuevo ser tuvo el don de la palabra. Los muñecos hablaron, pero no tuvieron conciencia de lo que decían; y así ignoraron el sentido de sus palabras. Los dioses contemplaron con tristeza a aquellos hombres frágiles y dijeron: -¿Cómo haremos para formar otros seres que de veras sean superiores, oigan, hablen, comprendan lo que dicen, nos invoquen y sepan lo que somos y lo que seremos en el tiempo?
En silencio y meditación quedaron, mientras se desarrollaban las manifestaciones tremendas de la noche. Entonces la luz de un relámpago iluminó la conciencia de la nueva creación.
Los nuevos seres fueron hechos de madera para que pudieran caminar con rectitud y firmeza sobre la faz de la Tierra.
Las estatuas formadas parecían verdaderas gentes; se juntaron y se acoplaron en grupos y, al cabo de un tiempo, procrearon hijos. Pero en sus relaciones dieron muestras de no tener corazón ni sentimientos. No podían entender que eran seres venidos a la Tierra por voluntad de los dioses. Hablaban, tenían conocimiento de lo que decían pero no había en sus palabras ni expresión ni sentimiento. Por esta causa también fueron condenados. Cuando menos lo esperaban, vino sobre ellos una lluvia de ceniza que opacó su existencia. Las cenizas cayó sobre sus cuerpos, violenta y constante, como si fuera arrojada con furia por mano fuerte y desde arriba. Luego los dioses dispusieron que la Tierra se volviera a llenar de agua. Esta inundación que duró muchas lunas, lo destruyó todo.
Todavía los dioses hicieron nuevos seres con nueva sustancia natural. De tzité fue hecho el hombre; de espadaña, la mujer; pero tampoco correspondieron estas figuras a la esperanza de sus creadores. Vinieron enseguida otras fieras no menos crueles que se cebaron en sus despojos. […]
Sucedió que, a raíz de esto, se oscureció la Tierra con oscuridad grande y de mucho miedo, como si descendiera sobre lo creado un manto espeso y poblado de tinieblas. En medio de esta desolación, y ante los sobrevivientes que se debatían con angustias de muerte, casi sin esperanzas de salvación, se presentaron pequeños seres, cuya alma había sido invisible hasta entonces. Irritados, vociferando, se pusieron a decir voces terribles y altivas. […]
Las piedras de moler dijeron: -Ustedes nos gastaron; día a día; desde el amanecer hasta la noche, nos estuvieron gastando y amolando. Ya vemos, al cabo del tiempo, que no merecían nada. Ahora llegó el tiempo de nuestra venganza.
Y luego los perros dijeron: -¡Cuántas veces, por culpa de ustedes no probamos bocado, ni lamimos hueso, ni bebimos sorbo de agua, ni logramos, para dormir, un rincón de tierra fresca; y muertos de hambre y de sed, desfallecidos, con la lengua afuera, nos quedamos como trastos inservibles en el basurero de la choza! ¡Ahora los devoraremos!
Cuando aquellos conatos humanos oyeron tanta acusación, espantados, temblorosos, se juntaron como mazorcas tiernas. Como pudieron, azorados, atropellándose, subieron sobre los techos de las casas, pero los armazones y las vigas se hundieron; treparon en los árboles pero las ramas se quebraron; entraron en las cuevas, pero las paredes se derrumbaron. Los pocos que no sufrieron quebranto, como recuerdo de la simpleza de sus corazones, se transformaron en monos.
Esto se fueron por ahí y se perdieron en el monte. Por esta causa, los monos son los únicos animales que se semejan y evocan las formas de los primitivos seres humanos de la tierra quiché.
Entonces los dioses se juntaron otra vez y trataron acerca de la creación de nuevas gentes, las cuales serían de carne, hueso e inteligencia. Se dieron prisa para hacer esto porque todo debía estar concluido antes de que amaneciera. Por esta razón, cuando vieron que en el horizonte comenzaron a notarse vagas y tenues luces, dijeron: -Esta es la hora propicia para bendecir la comida de los seres que pronto poblarán estas regiones.
Y así lo hicieron. Bendijeron la comida que estaba poblada en el regazo de aquellos parajes. Después dijeron oraciones cuya resonancia fue esparciéndose sobre la faz de lo creado. […] Al tiempo que sucedía esto faltaba poco para que el Sol, la Luna y las estrellas aparecieran en el cielo. De lugares ocultos, cuyos nombres se dicen en las crónicas, bajaron, hasta los sitios propicios, el Gato, la Zorra, el Loro, la Cotorra y el Cuervo. Estos animales trajeron la noticia de que las mazorcas de maíz amarillo, morado y blanco estaban crecidas y maduras. Por estos mismos animales fue descubierta el agua que sería metida en las hebras de la carne de los nuevos seres. Pero los dioses la metieron primero en los granos de aquellas mazorcas. Como todo lo que se dice fue revelado, fueron desgranadas las mazorcas y con los granos sueltos, desleídos en agua de lluvia serenada, hicieron las bebidas necesarias para la creación y para la prolongación de la vida de los nuevos seres. Entonces los dioses labraron la naturaleza de los dichos seres. Con la masa amarilla y la masa blanca moldearon la carne del tronco, de los brazos y de las piernas. […] Cuatro gentes de razón no más fueron primeramente así. Luego de que estuvieran hechos los cuerpos y quedaron completos y torneados sus miembros y dieron muestras de tener movimientos apropiados, se les requirió para que pensaran, hablaran, vieran, sintieran, caminaran y palparan lo que existía y se agitaba cerca de ellos. Pronto mostraron la inteligencia de que estaban dotados porque, en efecto, como cosa natural que salió de sus espíritus, entendieron y supieron cuál era la realidad que los rodeaba. Estos seres fueron Balam Quitzé, Balam Acab, Mahucutah e Iquí Balam.
Balam Quitzé habló en nombre de los demás, de esta manera: -Nos han dado la existencia; por ello sabemos lo que sabemos y somos lo que somos; por ella hablamos y caminamos y conocemos lo que está en nosotros y fuera de nosotros. Es de esta manera que podemos entender lo grande y lo pequeño y aun lo que no existe o no está revelado delante de nuestros ojos. […]
Pero ha de saberse que los dioses no vieron con agrado las consideraciones que de su propio saber hicieron, con tanta franqueza los nuevos seres. Por eso los dioses conversaron entre sí: -Es preciso limitar sus facultades. Así disminuirá su orgullo. Los desmanes que cometan serán de menos alcance. Si los abandonamos y llegan a tener hijos, estos, sin duda, percibirán más que sus abuelos y habrá un momento en que entiendan lo mismo que los propios dioses. Por esto es preciso reformar sus deseos y sus sueños, para que no se aturdan ni envanezcan cuando se abra en el horizonte la claridad del día que ya viene. Si no se hace esto, pretenderán en su locura y desvío, ser tanto o más que nosotros mismos. Estamos a tiempo para evitar este peligro, que será fatal para el orden fecundo de la creación. Y
afín de que estas gentes no estuvieran solas, los dioses crearon otras de sexo femenino. […]
De esta suerte Balam Quitzé y los otros abuelos resultaron ser el principio de las gentes que luego vivieron y se desarrollaron durante las peregrinaciones y el asiento de las tribus del quiché.
3-respondan:
a-¿Quién creó el universo según este relato? ¿Cómo era todo antes de la creación?
b-¿Cúantos intentos hubo de creación del hombre? ¿Por qué las distintas generaciones de hombres eran desechadas hasta que se llegó la raza humana final?
c-¿Por qué los dioses Quichés decidieron que había que “limitar las facultades” de los hombres respecto al conocimiento?




4-Vamos ahora a comparar ambos relatos y pensar qué cosas tienen en común y que cosas tienen de diferente. Para ello, vamos a guiarnos con el siguiente cuadro comparativo. Copienlo en la carpeta y completen como aparece la pregunta del cuadro izquierdo en cada relato.






GENESIS
POPOL VUH
¿Es un solo dios o son varios los que participan de la creación? Nombrarlos,












¿Cómo se  crea todo lo existente?¿Cómo era todo antes de la creación?













¿Cómo y cuándo se crea al hombre? ¿Qué relación tiene el hombre con respecto a las demás cosas creadas?












¿Cómo y cuándo se crea a la mujer? ¿Qué relación tiene con respecto al hombre?













¿Qué ocurre con lo que pueden “conocer” y hacer los hombres? ¿Qué es lo que los dioses quieren que sepan o no sepan los hombres?














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