El
génesis y el Popol Vuh:
dos miradas distintas sobre la creación del universo… ¿O no tan distintas?
Las culturas a lo largo de la historia de la humanidad
fueron elaborando diferentes relatos que de alguna manera pretendían responder
la siguiente pregunta: ¿Cuál y cómo fue el origen del universo y de todo lo
conocido? Y además: ¿Quién o quiénes lo crearon? ¿Y por qué? Sin duda estás son
preguntas muy difíciles y que posiblemente no tengan una respuesta única que
pueda ser la verdadera. Incluso hoy con los progresos de la ciencia no hay una
explicación teórica capaz de responder a todas ellas sin que quede algún punto
oscuro.
Las culturas más primitivas buscaban dar respuesta a
estos interrogantes mediante unos relatos. Los relatos que intentan explicar el
origen del universo se denominan relatos
cosmogónicos. Estos son una parte de los relatos míticos. Hoy vamos a leer
y analizar dos versiones diferentes de un relato cosmogónico: el génesis de la biblia que relata la
cosmogonía cristiana, es decir, la visión del cristianismo de cómo se creó el
universo; y el Popol Vuh que relata
la cosmogonía de la tribu de los Quiché, es decir, la visión de ésta tribu de
Centroamérica de cómo se creó el universo. Hay que tener en cuenta que ninguna
visión del mundo es más válida que la otra. Tanto la manera de ver el mundo de
los cristianos, de los mayas, los musulmanes o de la ciencia moderna son
distintas alternativas igual de válidas. En esta actividad solamente nos
interesa comparar dos relatos diferentes para ver que podemos aprender sobre
ellos independientemente de las creencias personales que podamos tener.
1-Ántes de empezar a
leer ambos relatos, respondan, basándose en el texto anterior, la siguiente
pregunta: ¿Qué es una cosmogonía?
Génesis- La creación –
1:1 En el principio creó Dios los cielos y la tierra.
1:2 Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban
sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las
aguas.
1:3 Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz.
1:4 Y vio Dios que la luz era buena; y separó Dios la luz de las
tinieblas.
1:5 Y llamó Dios a la luz Día, y a las tinieblas llamó Noche. Y fue la
tarde y la mañana un día.
1:6 Luego dijo Dios: Haya expansión en medio de las aguas, y separe las
aguas de las aguas.
1:7 E hizo Dios la expansión, y separó las aguas que estaban debajo de
la expansión, de las aguas que estaban sobre la expansión. Y fue así.
1:8 Y llamó Dios a la expansión Cielos. Y fue la tarde y la mañana
el día segundo.
1:9 Dijo también Dios: Júntense las aguas que están debajo de los cielos
en un lugar, y descúbrase lo seco. Y fue así.
1:10 Y llamó Dios a lo seco Tierra, y a la reunión de las aguas llamó
Mares. Y vio Dios que era bueno.
1:11 Después dijo Dios: Produzca la tierra hierba verde, hierba que dé
semilla; árbol de fruto que dé fruto según su género, que su semilla esté en él,
sobre la tierra. Y fue así.
1:12 Produjo, pues, la tierra hierba verde, hierba que da semilla según
su naturaleza, y árbol que da fruto, cuya semilla está en él, según su género.
Y vio Dios que era bueno.
1:13 Y fue la tarde y la mañana el día tercero.
1:14 Dijo luego Dios: Haya lumbreras en la expansión de los cielos para
separar el día de la noche; y sirvan de señales para las estaciones, para días
y años,
1:15 y sean por lumbreras en la expansión de los cielos para alumbrar
sobre la tierra. Y fue así.
1:16 E hizo Dios las dos grandes lumbreras; la lumbrera mayor para que
señorease en el día, y la lumbrera menor para que señorease en la noche; hizo
también las estrellas.
1:17 Y las puso Dios en la expansión de los cielos para alumbrar sobre
la tierra,
1:18 y para señorear en el día y en la noche, y para separar la luz de
las tinieblas. Y vio Dios que era bueno.
1:19 Y fue la tarde y la mañana el día cuarto.
1:20 Dijo Dios: Produzcan las aguas seres vivientes, y aves que vuelen
sobre la tierra, en la abierta expansión de los cielos.
1:21 Y creó Dios los grandes monstruos marinos, y todo ser viviente que
se mueve, que las aguas produjeron según su género, y toda ave alada según su
especie. Y vio Dios que era bueno.
1:22 Y Dios los bendijo, diciendo: Fructificad y multiplicaos, y llenad
las aguas en los mares, y multiplíquense las aves en la tierra.
1:23 Y fue la tarde y la mañana el día quinto.
1:24 Luego dijo Dios: Produzca la tierra seres vivientes según su
género, bestias y serpientes y animales de la tierra según su especie. Y fue
así.
1:25 E hizo Dios animales de la tierra según su género, y ganado según
su género, y todo animal que se arrastra sobre la tierra según su especie. Y
vio Dios que era bueno.
1:26 Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra
imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en
las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que
se arrastra sobre la tierra.
1:27 Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón
y hembra los creó.
1:28 Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos;
llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de
los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra.
1:29 Y dijo Dios: He aquí que os he dado toda planta que da semilla, que
está sobre toda la tierra, y todo árbol en que hay fruto y que da semilla; os
serán para comer.
1:30 Y a toda bestia de la tierra, y a todas las aves de los cielos, y a
todo lo que se arrastra sobre la tierra, en que hay vida, toda planta verde les
será para comer. Y fue así.
1:31 Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran
manera. Y fue la tarde y la mañana el día sexto.
Capítulo 2
2:1 Fueron, pues, acabados los cielos y la tierra,
y todo el ejército de ellos.
2:2 Y acabó Dios en el día séptimo la obra que
hizo; y reposó el día séptimo de toda la obra que hizo.
2:3 Y bendijo Dios al día séptimo, y lo
santificó, porque en él reposó de toda la obra que había hecho en la
creación.
El hombre en el huerto del Edén
2:4 Estos son los orígenes de los cielos y de la tierra cuando fueron
creados, el día que Jehová Dios hizo la tierra y los cielos,
2:5 y toda planta del campo antes que fuese en la tierra, y toda hierba
del campo antes que naciese; porque Jehová Dios aún no había hecho llover sobre
la tierra, ni había hombre para que labrase la tierra,
2:6 sino que subía de la tierra un vapor, el cual regaba toda la faz de
la tierra.
2:7 Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló
en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente.
2:8 Y Jehová Dios plantó un huerto en Edén, al oriente; y puso allí al hombre
que había formado.
2:9 Y Jehová Dios hizo nacer de la tierra todo árbol delicioso a la
vista, y bueno para comer; también el árbol de vida en medio del
huerto, y el árbol de la ciencia del bien y del mal.
2:10 Y salía de Edén un río para regar el huerto, y de allí se repartía
en cuatro brazos.
2:11 El nombre del uno era Pisón; éste es el que rodea toda la tierra de
Havila, donde hay oro;
2:12 y el oro de aquella tierra es bueno; hay allí también bedelio y
ónice.
2:13 El nombre del segundo río es Gihón; éste es el que rodea toda la
tierra de Cus.
2:14 Y el nombre del tercer río es Hidekel; éste es el que va al oriente
de Asiria. Y el cuarto río es el Eufrates.
2:15 Tomó, pues, Jehová Dios al hombre, y lo puso en el huerto de Edén,
para que lo labrara y lo guardase.
2:16 Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto
podrás comer;
2:17 mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque
el día que de él comieres, ciertamente morirás.
2:18 Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo; le haré
ayuda idónea para él.
2:19 Jehová Dios formó, pues, de la tierra toda bestia del campo, y toda
ave de los cielos, y las trajo a Adán para que viese cómo las había de llamar;
y todo lo que Adán llamó a los animales vivientes, ese es su nombre.
2:20 Y puso Adán nombre a toda bestia y ave de los cielos y a todo
ganado del campo; mas para Adán no se halló ayuda idónea para él.
2:21 Entonces Jehová Dios hizo caer sueño profundo sobre Adán, y
mientras éste dormía, tomó una de sus costillas, y cerró la carne en su
lugar.
2:22 Y de la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y
la trajo al hombre.
2:23 Dijo entonces Adán: Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi
carne; ésta será llamada Varona, porque del varón fue tomada.
2:24 Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a
su mujer, y serán una sola carne.
2:25 Y estaban ambos desnudos, Adán y su mujer, y no se
avergonzaban.
Capítulo 3
Desobediencia del hombre
3:1
Pero la serpiente era astuta, más que todos los animales del campo que
Jehová Dios había hecho; la cual dijo a la mujer: ¿Conque Dios os ha dicho: No
comáis de todo árbol del huerto?
3:2
Y la mujer respondió a la serpiente: Del fruto de los árboles del huerto
podemos comer;
3:3
pero del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de
él, ni le tocaréis, para que no muráis.
3:4
Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis;
3:5
sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y
seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal.
3:6
Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los
ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y
comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella.
3:7
Entonces fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos;
entonces cosieron hojas de higuera, y se hicieron delantales.
3:8
Y oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día; y
el hombre y su mujer se escondieron de la presencia de Jehová Dios entre los
árboles del huerto.
3:9
Mas Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú?
3:10
Y él respondió: Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y
me escondí.
3:11
Y Dios le dijo: ¿Quién te enseñó que estabas desnudo? ¿Has comido del árbol de
que yo te mandé no comieses?
3:12
Y el hombre respondió: La mujer que me diste por compañera me dió del árbol, y
yo comí.
3:13
Entonces Jehová Dios dijo a la mujer: ¿Qué es lo que has hecho? Y dijo la
mujer: La serpiente me engañó, y comí.
3:14
Y Jehová Dios dijo a la serpiente: Por cuanto esto hiciste, maldita serás entre
todas las bestias y entre todos los animales del campo; sobre tu pecho andarás,
y polvo comerás todos los días de tu vida.
3:15
Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya;
ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar.
3:16
A la mujer dijo: Multiplicaré en gran manera los dolores en tus preñeces; con
dolor darás a luz los hijos; y tu deseo será para tu marido, y él se
enseñoreará de ti.
3:17
Y al hombre dijo: Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste del
árbol de que te mandé diciendo: No comerás de él; maldita será la tierra por tu
causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida.
3:18
Espinos y cardos te producirá, y comerás plantas del campo.
3:19
Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque
de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás.
3:20
Y llamó Adán el nombre de su mujer, Eva, por cuanto ella era madre de todos los
vivientes.
3:21
Y Jehová Dios hizo al hombre y a su mujer túnicas de pieles, y los
vistió.
3:22
Y dijo Jehová Dios: He aquí el hombre es como uno de nosotros, sabiendo el bien
y el mal; ahora, pues, que no alargue su mano, y tome también del árbol de la
vida, y coma, y viva para siempre.
3:23
Y lo sacó Jehová del huerto del Edén, para que labrase la tierra de que fue
tomado.
3:24
Echó, pues, fuera al hombre, y puso al oriente del huerto de Edén querubines, y
una espada encendida que se revolvía por todos lados, para guardar el camino
del árbol de la vida.
2-Respondan:
a-¿Quién
creó el universo según éste relato? ¿Cómo era todo antes de la creación?
b-¿Qué
creó Dios en el séptimo día?
c-¿Por
qué Dios expulsó del paraíso a Adán y a Eva?
d-¿Por
qué Adán y Eva no debían comer del “árbol de la ciencia del bien y del mal”?
Según dios ¿Qué pasaba si comían de él? ¿Y según la serpiente?
e-¿Qué
les ocurre a Adán y a Eva cuando comen del fruto prohibido con respecto a su
desnudes?
Popol
Vuh
Entonces no
había ni gente, ni animales, ni árboles, ni piedras, ni nada. Todo era un erial
desolado y sin límites. Encima de las llanuras, el espacio yacía inmóvil;
en tanto que, sobre el caos, descansaba la inmensidad del mar. Nada estaba
junto ni ocupado. Lo de abajo no tenía semejanza con lo de arriba. Ninguna cosa
se veía de pie. Solo se sentía la tranquilidad sorda de las aguas, las cuales
parecían que se despeñaban en el abismo. En el silencio de las tinieblas vivían
los dioses Tepeu, Gucumatz y Hurakán cuyos nombres guardan los secretos de la
creación, de la existencia y de la muerte, de la Tierra y de los seres que la
habitan.
Cuando los dioses llegaron al lugar donde estaban
depositadas las tinieblas, hablaron entre sí, manifestaron sus sentimientos y
se pusieron de acuerdo sobre lo que tenían que hacer.
Pensaron cómo harían brotar la luz, la cual recibiría
alimento de eternidad. La luz se hizo entonces en el seno de lo increado. […]
Los dioses propicios vieron luego la existencia de los seres que iban a nacer;
y ante esta certeza dijeron: -Es bueno que se vacíe la Tierra y se aparten las
aguas de los lugares bajos, afín de que estos puedan ser labrados. En ellos la
siembra será fecunda por el rocío del aire y por la humedad subterránea. Los
árboles crecerán, se cubrirán de flores y darán fruto y esparcirán sus
semillas. De los frutos cosechados comerán los pobladores que han de venir.
Tendrán de este modo igual naturaleza que su comida. […]
Así quedó resuelta la existencia de los campos donde
vivirían los nuevos seres. Entonces se apartaron las nubes que llenaban el
espacio que había entre el cielo y la tierra. Debajo de ellas y sobre el agua
de las superficies, empezaron a aparecer los montes y las montañas que hoy se
ven.
Dijeron entonces los dioses: -No es bueno que los árboles
crezcan solos, rodeados de sombras; es necesario que tengan guardianes y
servidores.
De esta manera decidieron poner, debajo de las ramas y
junto a los troncos enraizados en la tierra, a las bestias y a los animales,
los cuales obedecieron al mandato de los dioses, pero vagaban sin orden ni
concierto, tropezándose con las cosas que encontraban a su paso. Parecían
mudos, como si en sus gargantas hubieran muerto las voces inteligentes solo
supieron gritar según era propio de la clase a la que pertenecían.
Entonces, después de tomar consejo, los dioses se
dirigieron de nuevo a las bestias, a los animales y a los pájaros, de esta
manera: -Por no haber sabido hablar conforme a lo ordenado, tendrán distinto
modo de vivir y diversa comida. Ya no vivirán en comunión plácida; cada cual
huirá de su semejante, temeroso de su inquina y de su hambre, y buscará
lugar que oculte su torpeza y su miedo. Así lo harán. Y aún más: por no haber
hablado ni tenido conciencia de quiénes somos nosotros, ni dado muestra de
entendimiento, vuestras carnes serán destazadas y comid¿as. Entre
ustedes mismos se triturarán y comerán los unos a los otros, sin repugnancia.
Este y no otro será vuestro destino, porque así queremos que por justicia que
sea. […]
Los dioses idearon entonces nuevos seres capaces de hablar
y de recoger, en hora oportuna, el alimento sembrado y crecido en la tierra.
Por esto dijeron: -Recordemos que los primeros seres que
hicimos no supieron admirar nuestra hermosura y ni siquiera se dieron cuenta de nuestro
resplandor. Veamos si, al fin, podemos crear seres más dóciles a nuestro
intento.
Después de
decir tales palabras, empezaron a formar, con barro húmedo, las carnes del
nuevo ser que imaginaban. Lo modelaron con cuidado. Poco a poco lo hicieron sin
descuidar detalle.
Cuando
estuvo completo, entendieron que tampoco, por desgracia, servía: estos muñecos
no podían permanecer de pie, porque se desmoronaban, deshaciéndose en el agua.
Sin embargo, el nuevo ser tuvo el don de la palabra. Los muñecos hablaron, pero
no tuvieron conciencia de lo que decían; y así ignoraron el sentido de sus palabras.
Los dioses contemplaron con tristeza a aquellos hombres frágiles y dijeron:
-¿Cómo haremos para formar otros seres que de veras sean superiores, oigan,
hablen, comprendan lo que dicen, nos invoquen y sepan lo que somos y lo que
seremos en el tiempo?
En silencio
y meditación quedaron, mientras se desarrollaban las manifestaciones tremendas
de la noche. Entonces la luz de un relámpago iluminó la conciencia de la nueva
creación.
Los nuevos
seres fueron hechos de madera para que pudieran caminar con rectitud y firmeza
sobre la faz de la Tierra.
Las
estatuas formadas parecían verdaderas gentes; se juntaron y se acoplaron en
grupos y, al cabo de un tiempo, procrearon hijos. Pero en sus relaciones dieron
muestras de no tener corazón ni sentimientos. No podían entender que eran seres
venidos a la Tierra por voluntad de los dioses. Hablaban, tenían conocimiento
de lo que decían pero no había en sus palabras ni expresión ni sentimiento. Por
esta causa también fueron condenados. Cuando menos lo esperaban, vino sobre
ellos una lluvia de ceniza que opacó su existencia. Las cenizas cayó sobre sus
cuerpos, violenta y constante, como si fuera arrojada con furia por mano fuerte
y desde arriba. Luego los dioses dispusieron que la Tierra se volviera a llenar
de agua. Esta inundación que duró muchas lunas, lo destruyó todo.
Todavía los
dioses hicieron nuevos seres con nueva sustancia natural. De tzité fue hecho el
hombre; de espadaña, la mujer; pero tampoco correspondieron estas
figuras a la esperanza de sus creadores. Vinieron enseguida otras fieras no
menos crueles que se cebaron en sus despojos. […]
Sucedió que, a raíz de esto, se oscureció la Tierra con oscuridad
grande y de mucho miedo, como si descendiera sobre lo creado un manto espeso y
poblado de tinieblas. En medio de esta desolación, y ante los sobrevivientes
que se debatían con angustias de muerte, casi sin esperanzas de salvación, se
presentaron pequeños seres, cuya alma había sido invisible hasta entonces.
Irritados, vociferando, se pusieron a decir voces terribles y altivas. […]
Las piedras de moler dijeron: -Ustedes nos gastaron; día a día; desde
el amanecer hasta la noche, nos estuvieron gastando y amolando. Ya vemos, al
cabo del tiempo, que no merecían nada. Ahora llegó el tiempo de nuestra
venganza.
Y luego los perros dijeron: -¡Cuántas veces, por culpa de ustedes no
probamos bocado, ni lamimos hueso, ni bebimos sorbo de agua, ni logramos, para
dormir, un rincón de tierra fresca; y muertos de hambre y de sed,
desfallecidos, con la lengua afuera, nos quedamos como trastos inservibles en
el basurero de la choza! ¡Ahora los devoraremos!
Cuando aquellos conatos humanos oyeron tanta acusación,
espantados, temblorosos, se juntaron como mazorcas tiernas. Como pudieron,
azorados, atropellándose, subieron sobre los techos de las casas, pero los
armazones y las vigas se hundieron; treparon en los árboles pero las ramas se
quebraron; entraron en las cuevas, pero las paredes se derrumbaron. Los pocos
que no sufrieron quebranto, como recuerdo de la simpleza de sus corazones, se
transformaron en monos.
Esto se fueron por ahí y se perdieron en el monte. Por esta causa, los
monos son los únicos animales que se semejan y evocan las formas de los
primitivos seres humanos de la tierra quiché.
Entonces los dioses se juntaron otra vez y trataron acerca de la
creación de nuevas gentes, las cuales serían de carne, hueso e inteligencia. Se
dieron prisa para hacer esto porque todo debía estar concluido antes de que
amaneciera. Por esta razón, cuando vieron que en el horizonte comenzaron a
notarse vagas y tenues luces, dijeron: -Esta es la hora propicia para bendecir
la comida de los seres que pronto poblarán estas regiones.
Y así
lo hicieron. Bendijeron la comida que estaba poblada en el regazo de aquellos
parajes. Después dijeron oraciones cuya resonancia fue esparciéndose sobre la
faz de lo creado. […] Al tiempo que sucedía esto faltaba poco para que el Sol,
la Luna y las estrellas aparecieran en el cielo. De lugares ocultos, cuyos
nombres se dicen en las crónicas, bajaron, hasta los sitios propicios, el Gato,
la Zorra, el Loro, la Cotorra y el Cuervo. Estos animales trajeron la noticia
de que las mazorcas de maíz amarillo, morado y blanco estaban crecidas y
maduras. Por estos mismos animales fue descubierta el agua que sería metida en
las hebras de la carne de los nuevos seres. Pero los dioses la metieron primero
en los granos de aquellas mazorcas. Como todo lo que se dice fue revelado,
fueron desgranadas las mazorcas y con los granos sueltos, desleídos en agua de
lluvia serenada, hicieron las bebidas necesarias para la creación y para la
prolongación de la vida de los nuevos seres. Entonces los dioses labraron la
naturaleza de los dichos seres. Con la masa
amarilla y la masa blanca moldearon la carne del tronco, de los brazos y de las
piernas. […] Cuatro gentes de razón no más fueron primeramente así. Luego de
que estuvieran hechos los cuerpos y quedaron completos y torneados sus miembros
y dieron muestras de tener movimientos apropiados, se les requirió para que
pensaran, hablaran, vieran, sintieran, caminaran y palparan lo que existía y se
agitaba cerca de ellos. Pronto mostraron la inteligencia de que estaban dotados
porque, en efecto, como cosa natural que salió de sus espíritus, entendieron y
supieron cuál era la realidad que los rodeaba. Estos seres fueron Balam
Quitzé, Balam Acab, Mahucutah e Iquí Balam.
Balam Quitzé habló
en nombre de los demás, de esta manera: -Nos han dado la existencia; por ello
sabemos lo que sabemos y somos lo que somos; por ella hablamos y caminamos y conocemos
lo que está en nosotros y fuera de nosotros. Es de esta manera que podemos
entender lo grande y lo pequeño y aun lo que no existe o no está revelado
delante de nuestros ojos. […]
Pero ha de saberse que los dioses no vieron con agrado las
consideraciones que de su propio saber hicieron, con tanta franqueza los nuevos
seres. Por eso los dioses conversaron entre sí: -Es preciso limitar sus
facultades. Así disminuirá su orgullo. Los desmanes que cometan serán de menos
alcance. Si los abandonamos y llegan a tener hijos, estos, sin duda, percibirán
más que sus abuelos y habrá un momento en que entiendan lo mismo que los
propios dioses. Por esto es preciso reformar sus deseos y sus sueños, para que
no se aturdan ni envanezcan cuando se abra en el horizonte la claridad del día
que ya viene. Si no se hace esto, pretenderán en su locura y desvío, ser tanto
o más que nosotros mismos. Estamos a tiempo para evitar este peligro, que será
fatal para el orden fecundo de la creación. Y
afín de que estas gentes no estuvieran solas, los dioses
crearon otras de sexo femenino. […]
De
esta suerte Balam Quitzé y los otros abuelos resultaron ser el principio
de las gentes que luego vivieron y se desarrollaron durante las peregrinaciones
y el asiento de las tribus del quiché.
3-respondan:
a-¿Quién
creó el universo según este relato? ¿Cómo era todo antes de la creación?
b-¿Cúantos
intentos hubo de creación del hombre? ¿Por qué las distintas generaciones de
hombres eran desechadas hasta que se llegó la raza humana final?
c-¿Por
qué los dioses Quichés decidieron que había que “limitar las facultades” de los
hombres respecto al conocimiento?
4-Vamos
ahora a comparar ambos relatos y pensar qué cosas tienen en común y que cosas
tienen de diferente. Para ello, vamos a guiarnos con el siguiente cuadro
comparativo. Copienlo en la carpeta y completen como aparece la pregunta del
cuadro izquierdo en cada relato.
GENESIS
|
POPOL VUH
|
|
¿Es un solo dios o son varios los que participan
de la creación? Nombrarlos,
|
||
¿Cómo se
crea todo lo existente?¿Cómo era todo antes de la creación?
|
||
¿Cómo y cuándo se crea al hombre? ¿Qué relación
tiene el hombre con respecto a las demás cosas creadas?
|
||
¿Cómo y cuándo se crea a la mujer? ¿Qué relación
tiene con respecto al hombre?
|
||
¿Qué ocurre con lo que pueden “conocer” y hacer
los hombres? ¿Qué es lo que los dioses quieren que sepan o no sepan los
hombres?
|
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